jueves, 30 de julio de 2015

La tierra y la sombra: la nueva cara del cine colombiano

La trama suena sencilla. Un padre vuelve a su hogar, de donde salió hace muchos años -cuando abandonó a su esposa-, para cuidar a su hijo, enfermo por el polvo que genera la quema de la caña de azúcar.

La caña rodea toda la casa, como una prisión. Las ventanas permanecen cerradas y la oscuridad, el silencio y la soledad acompañan casi durante toda la película a esta familia, que se niega a dejar el pasado atrás y que trata de vivir como si los cultivos de caña no se hubieran tomado lo que antes, uno intuye, debió ser un campo abierto, lleno de frutales, de ríos y de caminos.


Desde la primera escena uno entiende el mensaje de la película. Un camión pasa por el lado del protagonista y levanta una polvareda que lo tapa por completo y lo obliga a hacerse a un lado, antes de continuar con su camino.

No contaré más. Sólo que salí del cine con un pequeño sentimiento de incomodidad en el pecho que me duró un buen rato y que me dejó pensando en las historias de mis abuelos acerca de su vida en el campo del Tolima cuando eran niños. Historias que me contaban señalando desde el carro un montón de tierras sembradas en arroz.

A pesar de lo lento que avanza la película, de la naturalidad de los actores (que algunas veces es una fortaleza y otras una debilidad), y de lo repetitivas que pueden parecer algunas escenas, creo que 'La tierra y la sombra' tiene bien ganada la palma de oro en Cannes como mejor opera prima, el máximo reconocimiento que una película colombiana ha logrado hasta ahora.

Mención especial para la fotografía.  La película parece hecha de postales que se sobreponen unas a otras en planos largos que la hacen aún más bonita.

Sin embargo, lo que más me gustó es que 'La tierra y la sombra' tumba uno de los mitos del cine colombiano. Acá siempre se ha pensado que las películas tienen que mostrar narcos, putas y guerra, o ser comedias fáciles que parecen sacadas de Sábados Felices.

Está película cuenta la misma historia sin tomar el camino fácil. Sin tiros, sin guerrilleros, sin sangre y sin mostrar ni una sola arma de fuego, logra retratar a un país violento, lleno de personas olvidadas y abandonadas por el progreso que muchas veces los rodea.

Eso es algo que esta nueva camada de directores colombianos está logrando y que también se puede ver en 'El abrazo de la serpiente' (que a mí, personalmente, me gustó más), otra de esas nuevas películas colombianas que está rompiendo mitos y fronteras.

Ojalá vengan más apuestas por este estilo. El cine colombiano las estaba necesitando.





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