lunes, 25 de enero de 2021

Un camino abierto: la reconciliación entre Chengue y Macayepo


* Esta crónica la escribí a finales de 2013, cuando trabajaba el proyecto Reconciliación Colombia, y salió publicada en una revista y en un libro. A partir de ella se hizo una cartilla mediante la cual varios pedagogos enseñaron a los niños sobre reconciliación en una edición de la Feria del Libro de Bogotá (pueden ver una noticia sobre la cartilla acá), y se hizo un video animado.

* Foto: Juan Carlos Sierra / SEMANA


Lo llamaban el camino de la muerte, porque muchos de los que se atrevieron a andar por ahí fueron asesinados o desaparecieron. No era extraño hace trece años, cuando el sendero era un paso frecuente de paramilitares y guerrilleros que sembraban el terror en la zona.

Es una vía destapada de diez kilómetros en el corazón de los Montes de María reservada para el tesón de los campesinos, porque ni siquiera las motos pueden recorrerla. Llena de altibajos, se pierde entre la maleza y la montaña, pero su trazo une los corregimientos de Macayepo (Bolívar) y Chengue (Sucre).

  
Hace más de 20 años, cuando el conflicto aún no había tocado estas tierras, el camino era una vía comercial por la que los campesinos sacaban sus productos para venderlos. Eso había forjado una relación económica y una convivencia armoniosa entre las dos comunidades. “Las personas de Chengue venían a nuestras casas y asistían a nuestras fiestas, nosotros hacíamos lo mismo, porque todos éramos amigos y conocidos”, recuerda Aroldo Canoles, habitante de Macayepo.

Pero los ataques del frente 35 de las FARC, comandado por Martín Caballero, y el accionar del bloque Héroes de los Montes de María de las AUC, cambiaron la concordia que se vivía en la región. Los asesinatos, señalamientos y rumores se tomaron las dos poblaciones y la desconfianza empezó a reinar.

Para los habitantes de Macayepo la situación era más compleja, pues Rodrigo Mercado Pelufo, alias Cadena, comandante del bloque paramilitar que operaba en la zona, era oriundo del corregimiento, así como algunos de sus hombres. Eso les trajo a los macayeperos mala fama y el desprecio de quienes antes eran sus amigos, incluidos los habitantes de Chengue. Al otro lado del camino el sentir era similar: “Nosotros en Macayepo también los veíamos a ellos como aliados de la guerrilla debido a rumores que circulaban. Así que dejamos de hablarnos y de tener tratos”, recuerda Aroldo.

El camino quedó abandonado y al azar de los grupos armados. Los lugareños cuentan que por ahí accedieron los hombres de Cadena que cometieron dos de las masacres que hicieron tristemente célebre esta región del país: la de Macayepo y la de Chengue (el 14 de octubre del 2000 la primera y el 17 de enero de 2001 la segunda), en donde asesinaron a machete y piedra a más de 40 civiles y desplazaron a la mayor parte de las familias de la zona.

Las cicatrices


Durante tres años, decenas de campesinos abandonaron sus tierras. Pero a mediados de 2004, impulsados por una fuerza que sólo entienden quienes lo han perdido todo, y ante el accionar de las fuerzas militares que habían replegado a los grupos irregulares, los habitantes de uno y otro lado comenzaron a retornar.

Cincuenta hombres de Macayepo llegaron en octubre a las ruinas de lo que antes había sido su pueblo y comenzaron a reconstruirlo, poco a poco, con la ayuda de la Infantería de Marina. Por su parte, algunos habitantes de Chengue comenzaron a hacer lo propio. Poco a poco, el número de familias retornadas aumentó.

Sin embargo, las heridas de la guerra –que aún acechaba la zona– habían dejado una distancia enorme entre ambas poblaciones, que ya no tenían ningún tipo de relación. Seguían los señalamientos de un lado y de otro, y se hablaba de amenazas de muerte. “A mí me decían que algunos de Macayepo me iban a matar, y a ellos les decían que yo los iba a mandar a asesinar”, cuenta Marco Rubio, habitante de El Tesoro, una vereda de Chengue.



Eso trajo problemas económicos a las comunidades, especialmente a las de Macayepo. “Nosotros decidimos tomar cartas en el asunto, porque necesitábamos recuperar la relación con nuestras comunidades vecinas”, cuenta Ciro Canoles, líder del corregimiento. “Así que a finales de 2006 nos fuimos, sin ser convidados, a una reunión que estaban haciendo en Chengue, para invitarlos a nuestro corregimiento a compartir, pero allá no nos determinaron. Ni siquiera nos ofrecieron comida”.

La negativa no amilano a Ciro y sus amigos. Estudiaron la situación y decidieron focalizar su trabajo en El Tesoro, una vereda de Chengue –a la que se llega por un desvío a los seis kilómetros del camino– en donde viven 30 familias a las que les queda más fácil movilizar sus productos agrícolas por Bolívar que por Sucre. Es decir, a quienes menos les convenía la pelea con Macayepo.

Allí, luego de varias conversaciones, la mayoría bastante complicadas, convencieron a los líderes de que lo mejor para todos era lograr un acercamiento y se pusieron de acuerdo: el 27 de enero de 2007 saldría una comisión de cada comunidad, que iría limpiando su parte del camino, ya convertido en monte por la maleza, hasta encontrarse en la mitad para realizar una integración.

El camino de la paz


Adelante iba la infantería de Marina, revisando que el terreno no estuviera minado (encontraron siete minas). Detrás venían varios hombres, machete en mano, limpiando la maleza y despejando el camino que tanto habían temido. Cuando llegaron a la mitad, en el lugar acordado para el encuentro, los macayeperos estaban desilusionados; no había rastro de ningún habitante de El Tesoro.

“Sin embargo, uno de los hombres de la Marina se adelantó, y cuando volvió nos dijo que sí venían, y que eran muchos más que nosotros. Ese fue el momento de mayor felicidad”, recuerda Ciro.

En un pequeño claro, en el que un arroyo llamado Palanquillo se encuentra con el camino, se reunieron las dos comunidades. Marco Palacio recuerda que ese día hubo llanto. “Hicimos una actividad en la que nos dijimos muchas verdades, hablamos con sinceridad, nos abrazamos y al final nos comimos un sancocho”.

A partir de ese día las cosas comenzaron a cambiar, aunque no fue una mejora de la noche a la mañana. Con la ayuda de los habitantes de El Tesoro, en Macayepo organizaron un partido de fútbol contra un equipo de Chengue. La actividad fue tan exitosa que luego se inventaron un torneo con otras comunidades de la zona.

Aunque la tensión ha bajado, aún hay algunas rencillas. “Hay comunidades de Chengue que dudan de nosotros. Pero la idea es seguir generando espacios y recuperar la confianza con todos”, señala Aroldo. Por ahora, el camino ha vuelto a tener vida y lo recorren nuevamente los campesinos que transportan sus productos. Además, la calma retornó a la zona luego de la desmovilización de las AUC y de la caída de Martin Caballero, lo cual replegó a la guerrilla de los Montes de María.

Muchos campesinos de la zona, aprovechando la situación, se agruparon en el Movimiento Pacífico de Reconciliación de la Zona Alta de Carmen de Bolívar, y planean más actividades. A mediados de julio de 2014, por ejemplo, quieren hacer un festival por la reconciliación en un corregimiento de Sucre llamado Don Gabriel.

Sin embargo, las comunidades aún tienen muchos problemas económicos. 4.000 hectáreas de aguacate (el producto más sembrado en la zona y la subsistencia de muchos) han muerto en Macayepo por una plaga que no pudieron controlar, y su única salida es que saquen el producto de Chengue. Por esa razón, quieren que alguna entidad les ayude a pavimentar, o al menos a mejorar las condiciones de transitabilidad del camino.

Tal vez tenga razón Aroldo Canoles, quien reflexiona mientras recorre el sendero: “el camino es un símbolo. Cuando nuestra relación iba mal, estaba lleno de maleza. Y ahora que nos hemos reconciliado, está transitable. Una vía pavimentada sería un verdadero símbolo de paz”.

Por José Vicente Guzmán Mendoza
2013-2014

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