jueves, 13 de agosto de 2009

Diez años sin Jaime Garzón

Al escribir esta entrada puede que termine dejando atrás la promesa de no hablar de política, pero ya veremos. Intentaré mantenerla, pero es que la situación lo amerita. Más que la situación es el personaje... sí, el personaje; una persona que con su humor supo burlarse de la situación del país y que aún hoy, a través de sus videos y reflexiones, podría reflejar el país de hoy en día.

Hace exactamente 10 años, lo recuerdo muy bien porque es de esas fechas que nunca se olvidan, tenía clase de español en el colegio a las 7:00 A.M. con el profesor Hernando Cifuentes, alias Pedro Cigac, (Q.E.P.D.), mi gran maestro de vida. El salón era un hervidero de murmullos e indisciplina, hasta que él entro con cara de tragedia y nos miro fijamente, sus ojos estaban aguados... "Han matado al periodista Jaime Garzón". El salón quedó en silencio al instante.

Aún recuerdo las sensaciones y los pensamientos que se cruzaron por mi cabeza. Al principio era incredulidad y un poco de shock por la noticia, que asociaba (sin identificar muy bien de quién se trataba) con un gran periodista de un noticiero de televisión. Luego, cuando mi papá me hizo caer en cuenta de que Garzón era el mismo Heriberto de la Calle que me hacía reír por las noches, y el que hacía todos esos personajes de Quac con los que disfrutaba los domingos, me invadió una mezcla de sentimientos.

Por un lado, impotencia y miedo. En esa época el país estaba pasando por un año de desastres naturales, secuestros, asesinatos, bombas todos los días; había unas negociaciones de paz que no estaban saliendo como se esperaban y el asesinato de Garzón (uno de los mejores humoristas del país) era la gota que derramaba el vaso. Por otro lado, tristeza y rabia, porque habían callado a uno de los mejores críticos de este país, a alguien que tenía la habilidad de decir las verdades en la cara por dolorosas que estas fueran (cuanto nos habrían servido esas verdades en estos días con el endiosamiento en el que tienen al señor Uribe), pero que a pesar de eso era pacífico y nunca habría osado levantar un arma contra nadie. 

Incluso sentí alegría y algo de nostalgia al recordar todos esos personajes que desde muy niño me hacían reír (aunque al inicio no entendiera el trasfondo de los chistes) viendo ¡Quac! o las entrevistas de Heriberto de la Calle en el noticiero CM&, que veía junto a mi papá solo esperando su aparición. 

Esas mismas sensaciones embargan mi mente hoy, 10 años después de ese asesinato, que fue cometido en la madrugada, cuando se dirigía a su programa radial. Los recuerdos surgen de inmediato: Un funeral apoteósico en la plaza de Bolívar, un puente peatonal que colapsó en la autopista con 122 por el peso de todas las personas que se pararon ahí esperando a que pasara el carro funerario, y la sensación de que ya no más, de que ya no podíamos más. Lo más triste es que desde el principio sabíamos que a este caso lo aplastaría la impunidad y aún hoy, 10 años después,  no se sabe nada concreto de los autores intelectuales.

Son tantos sus personajes queridos (Dioselina, la cocinera del Palacio de Nariño; Nestor Eli, el portero del edificio Colombia; presidentes y expresidentes, periodistas indiscretos, etc..), que ninguna persona, ni de la política ni de la farándula, se salvó de sus chistes y de sus indirectas. Todos los personajes, incluso los que hoy rigen los destinos del país (y que en esa época no eran tan conocidos) sufrieron cuando el hablaba de ellos o cuando los imitaba. Y algunos sufrieron en carne propia la incomodidad de ser entrevistados por él, recibiendo una cascada de preguntas impertinentes que nadie más se atrevía a hacer. 

Siempre dijo que decir la verdad y hacer reír era la mejor forma de que las verdades no dolieran tanto. Incluso alguna vez dijo que decir la verdad sin hacer reír garantizaba que al que dijera esa verdad lo matarían. Estaba equivocado en eso último: incluso a él, que hizo tan la labor de decir las verdades en medio del humor, los mentirosos que quedaban en evidencia lo mataron.

Independientemente del humorista, Jaime Garzón fue siempre un buscador de la paz: participó en negociaciones de paz, en conversaciones para liberar secuestrados (por esa labor humanitaria se ganó el injusto mote de guerrillero) e intentaba siempre desde los micrófonos, dar un mensaje por una Colombia distinta y por una Colombia equitativa e igualitaria. 

Seguramente, si siguiera vivo hoy, estaría satanizado por sus palabras y sus críticas. Sobre todo en estos tiempos de (peligrosa) unanimidad política y patriotismo mal encausado. O quién sabe: tal vez la opinión publica y los medios de comunicación tendrían un punto de vista distinto y mostrarían más verdades de las que hoy en día se publican.

Hoy, 13 de Agosto de 2009, 10 años después de su asesinato, quiero dejar en este espacio un homenaje al hombre que supo decirnos las verdades en la cara sacándonos muchas  carcajadas, a alguien que hizo que los peores años que vivió este país fueran más llevaderos, a alguien que hoy sigue haciendo tanta falta como durante los días posteriores a su muerte. 

Ojalá que esta década sin él haya sido un recordatorio a todos los colombianos de la importancia de la crítica y del humor mordaz.  De la importancia de apostarle al diálogo, las risas y la forma inteligente (y no burda o violenta) de decir las cosas. Y sobre todo de la importancia de no callar nunca.. y de no parar de reír, por más duro que parezca el camino. 

¡¡¡¡¡Cuánto nos hacen de falta tus comentarios y tus risas, Jaime!!!!!... Colombia te sigue extrañando.

1 comentario:

  1. un grande jose, aunque yo estaba peque, puedo recordar que Jaime es de esos hombres que este pais necesita v.v

    conoces el monumento que hay en su honor? muy pocas personas lo conocen v.v

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